Cuando era joven en alguna ocasión tuve miedo. Esta vez no me dio tiempo. Me disponía a practicar submarinismo. Bucear con bombona de oxigeno en el océano había sido siempre una de mis inquietudes. Aproveche la experiencia de Mundo Ideal para trasladarme al sur del pacífico y pensé inmediatamente que iba en un barco navegando junto a una isla. Me disponía a bucear sobre un mar de coral. Tenía el traje de buceo puesto, de hecho ya me había lanzado al agua y estaba suspendido en el aire, cuando un miedo irracional cruzo por mi mente. Un pensamiento involuntario pero más rápido que la luz atravesó mi mente. Involuntariamente imaginé que aquellas aguas podían ser peligrosas. Como de una caja de sorpresas y al instante surgió del océano el gran tiburón, como un rayo la bestia marina de mundo ideal saltó sobre mi y sus fauces se cerraron despedazando mi cuerpo, partiéndolo en dos y engulléndolo desde los pies hasta la cintura.
La otra parte de mi cuerpo y mi cabeza se hundían irremisiblemente en el océano. Los sentidos me abandonaban mi cuerpo partido en dos, no sentía dolor, aún no debía estar muerto del todo, el resto de mi cuerpo no devorado se hundía en lo profundo del océano y las neuronas de mi cerebro todavía funcionaban.
En mi pensamiento se formo un recuerdo, aquel mismo escalofrió antes del ataque, ese mismo miedo irracional que casi me da un susto mortal. Recordé la historia del “caramote”, cuando yo era pequeño. Ese mismo escalofrió que sacudió mi cuerpo y recorrió la columna vertebral desde la nuca a los pies, erizándome la piel.
Como decía antes en algún momento de mi vida me he asustado. Por mandato de los padres he tenido que visitar un lugar oculto en la penumbra, el trastero. Era pequeño aún, en ocasiones, no se por que, me mandaban al trastero, al camarote. Yo en mi léxico infantil le llamaba "caramote". Mis padres tal vez me lo ordenaran para hacerme más fuerte y duro con la intención de que me librara de mis terrores infantiles y del miedo a la oscuridad. En cualquier caso, era una putada tener que subir y más por la tarde-noche, me daba un miedo horroroso. Naturalmente protestaba pero la voluntad de mis padres era más fuerte y se impuso. Con el extraño encargo de coger cualquier cosa, en este caso aceite para la cena, tenía que subir en ascensor hasta lo más alto del edificio, el séptimo piso. Allí estaban las escaleras que subían hasta el "caramote", en cualquier momento, subiendo o bajando, te podías quedar sin luz por la acción del temporizador de la escalera. La entrada a los trasteros estaba mal iluminada por una bombilla de poca potencia, que lucia justo encima del marco superior de una puerta pintada de color verde intenso. Armado de valor tenía que subir por la escalera hasta la puerta y tenía que pelear con su maldita cerradura, abría mal por defecto, del uso y de su desgaste había que colocar la llave de tal forma, que no entrara del todo o no se abriría.
Si conseguía abrir la cerradura de la puerta sin demasiados altercados y no se me apagaba la luz de la escalera en el intento, (si fallaba tenía que bajar de nuevo al séptimo piso y encender la luz otra vez), escuchaba el horrible sonido de la puerta, chirriando al abrir. La luz de la escalera permitía ver justo al frente, en una penumbra total, dos interruptores de giro. A cada lado de mi visión, a Izda. y Dcha, se extendía un largo pasillo. Hacia la mitad de su recorrido por cada lado, se abría una ventana en la pared que daba al tejado del edificio, no disponía de cristales, sin embargo tenían una malla o reja de alambre que impedían el acceso al tejado, se parecían a las de un gallinero. Las noches que había luz de luna, podía ver desde allí las nubes del cielo y alguna estrella. Me gustaba parar allí, respirar un poco del aire fresco de la noche, tranquilizarme un poco y observar el fondo de cada pasillo, por si acaso tenía que poner los pies en polvorosa.
Antes de llegar al fondo del pasillo derecho, a un lado, se encontraba un enrejado con la maquinaria del ascensor, tenía más o menos memorizados sus sonidos, ya que en cualquier momento, en un instante, podías sobresaltarte si alguien lo llamaba. Debía ser capaz de distinguir la maquinaria del ascensor de cualquier otro sonido o ruido extraño. Al fondo del pasillo la bombilla anunciaba una nueva división, el pasillo general se dividía en dos nuevos pasillos. Para llegar a mi camarote o trastero, una vez encendidas las luces del pasillo general, tenía que llegar al fondo de la Derecha, pasando por la ventana, continuar hasta el fondo donde estaba la bombilla y girar a la Izquierda, contar tres puertas y dar con la puerta de acceso a mi camarote, con cerradura y candado.
Al iniciar el recorrido tomaba el pasillo de la derecha mirando con miedo y desconfianza el de la Izquierda, en mi opinión cualquier persona, demonio o fantasma podía esconderse allí, naturalmente encendía la luz de los dos pasillos, pero no podía saber si alguien se escondía al fondo. En ocasiones, alguna de las bombillas se encontraba fundida y apenas se alcanzaba ver algo en la oscuridad del fondo. Con el pulso acelerado sentía como el miedo atravesaba mi cuerpo, obligándome a pensar que allí no había nada.
Al entrar al camarote acciono el interruptor de la luz, busco el encargo, es un lugar pequeño, sin ventilación, asfixiante, hay mucho polvo y el aire esta enrarecido. Encuentro la garrafa de aceite que busco y la tomo del asa. De repente al otro lado y muy cerca de la puerta escucho un sonido extraño, difícil de identificar. La luz se va en un fallo general de toda la casa. En ese instante, envuelto en una oscuridad absoluta, busco a tientas asustado y gimoteando el interruptor de la luz, lo acciono repetidas veces, para mi desesperación no funciona. Un cosquilleo como el de una corriente eléctrica atraviesa mi cuerpo, los pelos de la nuca se me erizan e intento desesperadamente que el interruptor de la luz funcione. Al moverme algo cercano roza mi piel sensible. Involuntariamente doy un grito, asustado tanteo con las manos, descubro afortunadamente que sólo es un plástico. Había pensado en una rata o algún animal. Las piernas me tiemblan, me siento indefenso e intento recomponerme. Tranquilo me digo a mi mismo, aquí solo estoy yo. Escucho atentamente en la oscuridad, la puerta me defiende. Ahora no escucho nada. Debo salir de aquí hasta la ventana, ¡ver que sucede!. Abro la puerta, sin ver tanteo sobre la pared y en ese momento la luz vuelve. Respiro aliviado. Tomo la garrafa apresuradamente, cierro la puerta y el candado. Me dirijo rápidamente con la garrafa hacia la puerta de entrada. Apago los interruptores generales y cierro la puerta, un escalofrió recorre mi cuerpo mientras bajo corriendo por las escaleras hasta la séptima planta. No me detengo a llamar al ascensor, bajo como el viento por las escaleras hacia mi casa, liberándome del miedo.
No recuerdo nada más, sólo esta luz blanca en la que me veo envuelto, estoy seguro de haber muerto, nadie sobrevive, nadie puede sobrevivir a eso. ¿Donde me encuentro?. Necesito ayuda.
Al momento apareció mi asistente virtual. (Continuara…)
La otra parte de mi cuerpo y mi cabeza se hundían irremisiblemente en el océano. Los sentidos me abandonaban mi cuerpo partido en dos, no sentía dolor, aún no debía estar muerto del todo, el resto de mi cuerpo no devorado se hundía en lo profundo del océano y las neuronas de mi cerebro todavía funcionaban.
En mi pensamiento se formo un recuerdo, aquel mismo escalofrió antes del ataque, ese mismo miedo irracional que casi me da un susto mortal. Recordé la historia del “caramote”, cuando yo era pequeño. Ese mismo escalofrió que sacudió mi cuerpo y recorrió la columna vertebral desde la nuca a los pies, erizándome la piel.
Como decía antes en algún momento de mi vida me he asustado. Por mandato de los padres he tenido que visitar un lugar oculto en la penumbra, el trastero. Era pequeño aún, en ocasiones, no se por que, me mandaban al trastero, al camarote. Yo en mi léxico infantil le llamaba "caramote". Mis padres tal vez me lo ordenaran para hacerme más fuerte y duro con la intención de que me librara de mis terrores infantiles y del miedo a la oscuridad. En cualquier caso, era una putada tener que subir y más por la tarde-noche, me daba un miedo horroroso. Naturalmente protestaba pero la voluntad de mis padres era más fuerte y se impuso. Con el extraño encargo de coger cualquier cosa, en este caso aceite para la cena, tenía que subir en ascensor hasta lo más alto del edificio, el séptimo piso. Allí estaban las escaleras que subían hasta el "caramote", en cualquier momento, subiendo o bajando, te podías quedar sin luz por la acción del temporizador de la escalera. La entrada a los trasteros estaba mal iluminada por una bombilla de poca potencia, que lucia justo encima del marco superior de una puerta pintada de color verde intenso. Armado de valor tenía que subir por la escalera hasta la puerta y tenía que pelear con su maldita cerradura, abría mal por defecto, del uso y de su desgaste había que colocar la llave de tal forma, que no entrara del todo o no se abriría.
Si conseguía abrir la cerradura de la puerta sin demasiados altercados y no se me apagaba la luz de la escalera en el intento, (si fallaba tenía que bajar de nuevo al séptimo piso y encender la luz otra vez), escuchaba el horrible sonido de la puerta, chirriando al abrir. La luz de la escalera permitía ver justo al frente, en una penumbra total, dos interruptores de giro. A cada lado de mi visión, a Izda. y Dcha, se extendía un largo pasillo. Hacia la mitad de su recorrido por cada lado, se abría una ventana en la pared que daba al tejado del edificio, no disponía de cristales, sin embargo tenían una malla o reja de alambre que impedían el acceso al tejado, se parecían a las de un gallinero. Las noches que había luz de luna, podía ver desde allí las nubes del cielo y alguna estrella. Me gustaba parar allí, respirar un poco del aire fresco de la noche, tranquilizarme un poco y observar el fondo de cada pasillo, por si acaso tenía que poner los pies en polvorosa.
Antes de llegar al fondo del pasillo derecho, a un lado, se encontraba un enrejado con la maquinaria del ascensor, tenía más o menos memorizados sus sonidos, ya que en cualquier momento, en un instante, podías sobresaltarte si alguien lo llamaba. Debía ser capaz de distinguir la maquinaria del ascensor de cualquier otro sonido o ruido extraño. Al fondo del pasillo la bombilla anunciaba una nueva división, el pasillo general se dividía en dos nuevos pasillos. Para llegar a mi camarote o trastero, una vez encendidas las luces del pasillo general, tenía que llegar al fondo de la Derecha, pasando por la ventana, continuar hasta el fondo donde estaba la bombilla y girar a la Izquierda, contar tres puertas y dar con la puerta de acceso a mi camarote, con cerradura y candado.
Al iniciar el recorrido tomaba el pasillo de la derecha mirando con miedo y desconfianza el de la Izquierda, en mi opinión cualquier persona, demonio o fantasma podía esconderse allí, naturalmente encendía la luz de los dos pasillos, pero no podía saber si alguien se escondía al fondo. En ocasiones, alguna de las bombillas se encontraba fundida y apenas se alcanzaba ver algo en la oscuridad del fondo. Con el pulso acelerado sentía como el miedo atravesaba mi cuerpo, obligándome a pensar que allí no había nada.
Al entrar al camarote acciono el interruptor de la luz, busco el encargo, es un lugar pequeño, sin ventilación, asfixiante, hay mucho polvo y el aire esta enrarecido. Encuentro la garrafa de aceite que busco y la tomo del asa. De repente al otro lado y muy cerca de la puerta escucho un sonido extraño, difícil de identificar. La luz se va en un fallo general de toda la casa. En ese instante, envuelto en una oscuridad absoluta, busco a tientas asustado y gimoteando el interruptor de la luz, lo acciono repetidas veces, para mi desesperación no funciona. Un cosquilleo como el de una corriente eléctrica atraviesa mi cuerpo, los pelos de la nuca se me erizan e intento desesperadamente que el interruptor de la luz funcione. Al moverme algo cercano roza mi piel sensible. Involuntariamente doy un grito, asustado tanteo con las manos, descubro afortunadamente que sólo es un plástico. Había pensado en una rata o algún animal. Las piernas me tiemblan, me siento indefenso e intento recomponerme. Tranquilo me digo a mi mismo, aquí solo estoy yo. Escucho atentamente en la oscuridad, la puerta me defiende. Ahora no escucho nada. Debo salir de aquí hasta la ventana, ¡ver que sucede!. Abro la puerta, sin ver tanteo sobre la pared y en ese momento la luz vuelve. Respiro aliviado. Tomo la garrafa apresuradamente, cierro la puerta y el candado. Me dirijo rápidamente con la garrafa hacia la puerta de entrada. Apago los interruptores generales y cierro la puerta, un escalofrió recorre mi cuerpo mientras bajo corriendo por las escaleras hasta la séptima planta. No me detengo a llamar al ascensor, bajo como el viento por las escaleras hacia mi casa, liberándome del miedo.
No recuerdo nada más, sólo esta luz blanca en la que me veo envuelto, estoy seguro de haber muerto, nadie sobrevive, nadie puede sobrevivir a eso. ¿Donde me encuentro?. Necesito ayuda.
Al momento apareció mi asistente virtual. (Continuara…)
